martes, 10 de julio de 2012

EL ESPEJO VACÍO: EXPERIENCIAS EN UN MONASTERIO ZEN.


SEGUNDA PARTE: LIBRO III: “EL ESPEJO VACÍO: EXPERIENCIAS EN UN MONASTERIO ZEN”.
El esquema para su estudio obedece a los siguientes cinco puntos o apartados:
2.1 La cita del libro.
2.2 Definición del zen según el libro.
2.3 Motivo de elección.
2.4 Consideraciones personales sobre el libro elegido.
2.5 Conclusiones.
2.1 LA CITA DEL LIBRO.
La reseña bibliográfica es la siguiente:
VAN DE WETERING, J. El espejo vacío: Experiencias en un monasterio zen. Barcelona, 1999. Edit. Kairós. 3ª Edición. 204 páginas
2.2 DEFINICIÓN DEL ZEN SEGÚN EL LIBRO.
Desde el punto de vista del autor, a grandes rasgos, el zen es un método de entrenamiento de meditación para aquietar o vaciar la mente, o dicho de otro modo, un entrenamiento para intentar conseguir la aniquilación del ego, del falso “yo”.
2.3 MOTIVO DE ELECCIÓN.
-Inicialmente, se presenta económica y relativamente como un libro barato para su bajo coste frente a libros de otro calibre y más caros, al menos desde mi punto de vista. El libro, a su vez, tiene una extensión normal en cuanto al número de páginas.
-El motivo fundamental de su elección no se dejó al azar en su momento. Se eligió sencillamente porque se considera que, a veces, es bueno y conveniente acercarse al estudio de la naturaleza de la realidad personal desde otras perspectivas diferentes y alejadas de nuestro condicionamiento cultural occidental.
-A diferencia de otros autores que también tratan en sus libros sobre el zen, su lectura, para una primera aproximación al zen, resulta asequible y fluida para los profanos. A su vez, se presenta muy entretenida para aquellas personas con inquietudes espirituales. Está escrito de modo claro y simple, quizás porque el autor tiene las cosas más claras de lo que parece y por eso precisamente, sea capaz de describir con naturalidad sus duras y nuevas experiencias en el monasterio de Kyoto después de su permanencia a lo largo de año y medio.
-De modo diferente a otros autores sobre el zen, su dicción es expresiva y concreta a la vez, es decir, no es nada tediosa. En su forma de escritura presenta una virtud o rasgo (quizás sea la misma esencia o propio jugo del zen del que se ha impregnado a lo largo de su estancia) que, hace que el lector sea capaz de mantener el hilo atencional a lo largo de todo el libro sin espíritu cansino y con la motivación en aumento de modo concomitante a su lectura: su llegada al monasterio y ser capaz de enfrentarse a unas nuevas costumbres, su difícil adaptación a lo desconocido, la asimilación de una nueva manera de pensar, su controvertida estancia debido, sobre todo, a la durísima meditación zen, y finalmente, su decisión de dejar el monasterio.
-De modo paralelo y esto es muy importante decirlo, el libro, a su vez, es la descripción de la vida o convivencia de un grupo de hombres en un monasterio oriental, así de fácil. Y lo que supone acceder a cualquier lectura que trate o haga tácitamente un estudio sobre la vida de un colectivo o grupo es sencillamente genial (piénsese en la asunción de roles y en el aprendizaje de esos nuevos roles) porque, en rigor, el autor describe la vida de un grupo humano representativo de una civilización; y además, eso es siempre un espejo vivo donde podemos compararnos para formarnos una imagen adecuada de nosotros mismos en nuestro entorno y en nuestro grupo, empezando por nuestra familia o grupo más cercano y dentro del proceso de socialización.
-En este orden de cosas, su lectura aparente e inicialmente, a todo lo largo del libro, se presenta como una lectura suave o “light” a cerca del zen. Es muchísimo más asequible, fácil de leer y de entender que otros autores de más envergadura en sus libros, como por ejemplo, A. Watts, Yves Raguin, etc. los cuales resultan también muy interesantes pero, por lo que a mí respecta, me parecen enormemente más densos y hasta mucho más técnicos en su discurso; y esto es bueno y no es bueno. Me reitero: es desde mi punto de vista desde el que hablo.
2.4 CONSIDERACIONES PERSONALES SOBRE EL LIBRO.
Bueno, a estas alturas de mi exposición no voy a efectuar un resumen del libro, sino más bien, pasaré a exponer aquellas ideas que en su día me llamaron más la atención y a sabiendas de que algunas otras, más o menos interesantes a su vez, pueden quedar todavía en el tintero, mas no es mi intención, a saber:
-Es la historia de un hombre con inquietudes espirituales y que, aconsejado por una fuente relevante de información, toma la decisión de viajar a Oriente para satisfacer esa necesidad.
-No es el único extranjero en el monasterio, hay otros, y que, como él, también habían tomado con antelación la misma decisión de dejarlo todo y de cambiar de vida, así de fácil.
-Su llegada al monasterio de Kyoto está motivada inicialmente por la búsqueda de un sentido final de la vida, es decir, si ésta tiene o no tiene una finalidad. Su objetivo inicial es averiguar si su estancia en el mismo le va a permitir alcanzar la iluminación, pero se encuentra ya desde un principio con las enseñanzas zen, claras y concisas, sobre todo, por parte de un viejo maestro, la figura principal y representativa del monasterio, el cual, con sus respuestas escuetas, prácticas y alegóricas le brinda la oportunidad de empezar a reflexionar sobre la cuestión en curso.
-El eje fundamental de todo el libro es un canto a la metodología del koan como método fundamental (intentar responder al koan) para avanzar en la ardua, férrea y tediosa meditación zen. Asimismo, el zen es un método de entrenamiento de la voluntad. A este respecto llega a plantearse en un momento del libro: “De cierta manera, le podemos obligar a meditar, pero no podemos hacer que se concentre en su koan” (ibíd. p 67).
-Por lo que se refiere a la vida dentro del recinto monástico, se muestra en la lectura un respeto sagrado por las enseñanzas de Buda. Se describen conceptos fundamentales del budismo: el camino de los ochos senderos para alcanzar la supresión del deseo, así como las cuatro grandes verdades del budismo.
-Se hace referencia a la naturaleza de Buda que, desde mi interpretación por lo que he leído, contiene todo lo que existe.
-De modo paralelo a otras fuentes bibliográficas, el autor no miente ni desmiente la existencia de Dios desde el punto de vista de Buda. Para ilustrar este planteamiento lo expresa cuando cita literalmente: “Buda jamás negó la existencia de Dios pero tampoco la confirmó” (ibíd. p. 79). Vuelvo a repetir, expongo estos planteamientos con el máximo respeto para todo tipo de lectores. Mi intención es totalmente ser fiel al contenido del libro, para nada entro en consideraciones personales, ya que, yo creo que “Eso”, llámese como quiera (Dios, Yo Superior, Yo Cuántico, etc.) es algo que cada uno tiene que buscar por sí mismo si considera, evidentemente, que merece la pena buscarlo. Repito: el zen es libre, no impone nada.
-En este orden de cosas, a lo largo del libro, el escritor menciona repetidamente un concepto central de sus enseñanzas en el monasterio y es el siguiente: la importancia de hacer las cosas bien. De hecho, al final de su estancia y de su aprendizaje, cuando se encuentra en las afueras de Kyoto, junto al lago Biwa, haciendo un repaso memorístico de todo lo que ha aprendido en el monasterio concluye dos cosas: por una parte, hacer todo lo posible y hacer todo lo mejor posible; por otra parte: lo único que también tenía que haber hecho era imitar a su propio entorno (Rotterdam): es más fácil seguir los ejemplos que oponerse a ellos.
-En ese ejercicio retrospectivo en su archivo de memoria a largo plazo, este aprendiz de zen, se reafirma en esa síntesis de todo lo que ha aprendido: hacer las cosas lo mejor posible y mantenerse distanciado, es decir, de alguna manera, sin llegar a identificarse con la situación. Con lo cual es posible transcender la conducta humana hacia un rasgo de personalidad sereno e imperturbable y alcanzar así la ecuanimidad.
-De modo semejante, también aparece repetitivamente en su manual el concepto importante de visión (visión intuitiva o satori) a la hora de resolver los koans, concepto ligado al método budista o camino de los ocho senderos.
-De la importancia de vivir el presente: ese énfasis en el “ahora”, por lo que el concepto (cultural) del tiempo desaparece.
-De no mitificar a los practicantes y maestros zen, ya que, fuera del monasterio, respondían a las mismas necesidades humanas que el resto y eran tan normales como el prójimo o los otros significativos.
-El zen es práctico, es decir, no se deben intentar las cosas sino, hacerlas y punto.
-Todo lo que sucede en un monasterio zen se hace en aras de la consecución de una toma de conciencia: el zen es libre, el entrenamiento zen no lo es.
-Es curioso como la relación entre un maestro y el discípulo es extraordinaria, llegando a situarse más allá de la ley: “la voluntad de un maestro es ley” aspecto éste planteado en los capítulos finales. Incluso fuera del monasterio la relación diádica entre maestro y alumno sigue manteniendo una aureola de respeto y de consideración.
-A lo largo del libro se habla de la nada. Nada existe, nunca ha existido nada y nada existirá jamás. A este respecto, remito al lector tanto al apartado introductorio de la primera parte como al último apartado o conclusiones de esta segunda parte.
-De modo paralelo, y para finalizar este apartado sobre las consideraciones, se infiere del zen su carácter vital y latente, es decir, el autor al dejar el monasterio, es consciente de que su aprendizaje continúa, con lo cual, se ofrece una perspectiva del mundo en que vivimos como una escuela para despertar, por lo que se desprende claramente que el zen es algo vivo.
2.5 CONCLUSIONES.
En este panorama se pueden inferir libremente las siguientes y personales sugerencias o deducciones a modo de conclusiones:
-La presencia de otros extranjeros en el monasterio bien pudiera obedecer a modelos culturales (imitación o modelado) -Aprendizaje social-; o bien, a patrones culturales (rasgo de personalidad cultural vs. rasgo de personalidad individual) -Psicología de la personalidad-.
-El zen tiene sus limitaciones internas, es decir, por ejemplo, no admite más que el “ahora” al negar la existencia del tiempo. Sin embargo, su entrenamiento está sometido a unos esquemas o reglas a todo lo largo del tiempo en el recinto del monasterio.
-El fin último del zen según el libro objeto de estudio, de alguna manera, es la ecuanimidad. Del mismo modo, esta cualidad humana ideal como rasgo estrella de personalidad será representativa de máximos exponentes del último tercio del estoicismo.
- Asimismo, también se vislumbran antecedentes en los estoicos, por ejemplo, cuando en el zen se habla de esa nada al final del camino; aspecto éste, que, se solapa de modo paralelo a los “átomos y disolución (o dispersión)” al referirse al final de la vida en el estoicismo.
-Paralelamente, esa mencionada nada del zen al final del camino -con sus respectivos matices elaborados- se solapa con el reciente descubrimiento dentro del Modelo Estándar de la Física: la partícula de Dios o el bosón de Higgs: “El vacío no es la nada”. El País, p.33; 05/07/2012
-Si bien el zen comienza a desarrollarse en el Japón en el S. XII, piénsese en su adelanto en varios siglos respecto al nacimiento mucho más tardío del misticismo europeo, emergente y propiamente dicho en el S. XIV
-El zen habla de visión intuitiva y la mística occidental también habla de visión mística (fides oculata) para referirse, tanto a la fe vidente (con ojos) como al tercer ojo, según las fuentes pertinentes. Lo interesante quizás sea el uso de ambas como visión completa de la realidad.
-Posiblemente esa mencionada relación sagrada o tándem “maestro-discípulo” de las enseñanzas zen, llevada a extremos y radicalismos, desembocara a lo largo de los siglos en el etiquetaje de sectas que caracterizaría a muchas de las escuelas o doctrinas del zen.
-Si se estudiara con atención toda la historia de Kyoto y con una buena bibliografía, se llegaría a observar un alternante ciclo de cruentas guerras con períodos de paz; motivo más que suficiente para intentar paliar el dolor y sufrimiento a través de la práctica del budismo zen.
-Se infiere de la anterior premisa una función del zen con una finalidad instrumental y no tanto, enfocado como una función final o un fin final en sí mismo.
-El koan es consistente pero, paradójicamente, flexible cognitivamente, es decir, un antiguo koan puede expresarse en las jergas actuales de acuerdo al avance de la conciencia humana.
-El zen es una actitud ante la vida: es práctico, es atemporal, es una experiencia mística en sí mismo y como tal, debe ser expresada y desarrollada personalmente. No sabe de palabras.
-Finalmente, el zen es respeto. Es lo más escueto que he sido finalmente capaz de intuir como conclusión aclaratoria y de mi propia naturaleza y obtenida por insight.
Muchas gracias.
Sibila,
Crecimiento activo, 07 de julio de 2012

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